Recuerdos del Marinero de Bronce
Soy una hermosa escultura de bronce que tiene muchas pátinas de las lluvias de otoño, quizás las mismas que mojaron los recintos de algún boulevard.
Tengo el agrado de saludar muy atentamente a usted desde mi puesto de eterna guardia, oteando el horizonte aquí en la terraza de la Escuela de Grumetes Alejandro Navarrete Cisterna, situada en la Isla Quiriquina Base Naval de Talcahuano, donde muchas veces hay ausencia de luna y los chubascos arrecian en las noches de invierno. Soy una hermosa escultura de bronce que tiene muchas pátinas de las lluvias de otoño, quizás las mismas que mojaron los recintos de algún boulevard.
En un pasado glorioso e inolvidable de hace 74, vi llegar a este establecimiento de instrucción náutica los jóvenes grumetes que nacieron y crecieron por allá en los años 26 al 28 del siglo pasado, engalanado con el recorrer de tranvías y góndolas y la estela dejada en su navegar por el mar de los viejos cruceros “O’Higgins”, “Blanco Encalada” y “Chacabuco”. Ellos firmaron un contrato de servicios con la Armada de Chile, un día 15 de febrero de 1944 y en su entusiasmo marinero, tuvieron la fantasía de hacerlo con pluma de albatros y tinta de calamar.
Luego de un período de rudo aprendizaje, se fueron por el muelle sur, por donde mismo llegaron. Quisiera volver a sentir sus pasos para que juntos recordemos aquel 19 de diciembre de 1944, cuando entonado el himno de la Vieja Escuela de “Altivos Marineros”, se embarcaron en la Escuadra Chilena. Muchos con transbordo al acorazado “Almirante Latorre”, aquel grandioso navío, cuya historia, la del volantín azul y otro morado, que ellos también ayudaron a escribir. Quisiera que volvieran de nuevo y pido mucho, para rememorar con ellos nuestras embarcaciones de boga, sin omitir a los remolcadores “Yáñez”, “Crispín Reyes” y “Fortuna”, los legendarios buques que plañían por su gateras y cadenas, cuando los grumetes del “cuatro cuatro” se la encachaban para lucirse por las calles del puerto de Talcahuano.
Quisiera recordar también con mi mano derecha vigilando el horizonte, observar en un navegar simbólico, un desfile de embarcaciones comandado por su director el Capitán de Fragata Víctor Oelckers Stoeckers, seguido por el Subdirector Capitán de Corbeta Guillermo Kopaitic O”Neill y por el Jefe de Estudios, Luis Vaccaro Cuevas. Todos escoltados por los tenientes, Edward Gibbons Mac Kay, Max Davancens Merino, Hugo Cabezas Videla, Jorge Carvajal Escobar, Percy Woolvert Stokinst, Walter Schmit Vogert, Mario Antoncich Vásquez, Oscar Buzeta Muñoz y Roberto Kelly Vásquez, quienes acompañados por un equipo de distinguidos Suboficiales y Sargentos sellaron un navegar que dio brillo y enalteció sus aulas. Todos ellos junto a sus grumetes iniciaron las tareas de construcción de la Capilla de Nuestra Señora del Carmen en 1944, símbolo majestuoso de nuestra fe.
Señor Director, así eran estos antiguos grumetes que en su época llevaron orgullosos el uniforme azul de los dos estrellas que brillan en el cuello marinero y que en la actualidad, los que aún viven, recuerdan fondeados al pairo en el remanso de alguna tranquila caleta, donde todavía riegan la Rosa de los Vientos al evocar con nostalgias este 74° aniversario de su ingreso a las filas de la Armada de Chile que perdurará al tiempo y al olvido, mientras yo permanezca en mi puesto de guardia permanente en la terraza de la Escuela de Grumetes “Alejandro Navarrete Cisterna”. ¡Viva Chile!
Crédito: Manuel Chamorro Moreno Suboficial (R) Armada