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Suboficial Mayor Adán Huerta Fernández
“Nada se consigue sin esfuerzo, dedicación y disciplina”
Mi instinto juvenil sabía que en el mar encontraría las respuestas que buscaba al momento de definir mi futuro. Durante mi paso por la vieja escuela de altivos marineros entendí que la constancia, perseverancia, rectitud y vocación de entrega sustentan los valores de todo hombre de armas y serían la fórmula para cumplir con mis anhelos y sueños.
Aquí estoy, en la Base Naval de Talcahuano, formado frente al mar. Una vez que crucé el portalón de aquel viejo remolcador sentí temor por la incertidumbre a lo desconocido. “Atrás despacio, media caña a babor” fueron las primeras palabras que escuché del contramaestre. “Para, avante despacio” y vi cómo la popa del remolcador poco a poco se desprendía del muelle. Fue entonces cuando comprendí que ya nada sería lo mismo, que me embarcaba en un viaje sin retorno, promesas de aventura y desventura que debía sortear paso a paso.
Ya largadas las espías me detuve a pensar, miré hacia atrás para recordar siempre de dónde venía, luego observé a mi alrededor para ver dónde estaba y luego fijé mi vista hacia la proa del remolcador para fijar mi rumbo y saber dónde quería llegar. Esta es mi historia.
Natural de la cuidad de la eterna primavera, Arica, abrí mis ojos al mundo un 2 de agosto de 1966, hijo de Adán Huerta (Q.E.P.D.) y Marta Fernández, segundo de 5 hermanos. Cursé enseñanza básica en la Escuela D-21 y Media en el Liceo Politécnico de Arica, egresando como especialista en Electromecánica. A los 14 años incursioné en el deporte, específicamente en la disciplina de fútbol en las juveniles del Regimiento Rancagua, lugar donde tuve mis primeros acercamientos con el ámbito militar, ingresando posteriormente al pre-naval de la Gobernación Marítima de Arica, donde descubrí que mi vocación y destino estaba en el mar y particularmente en la Armada de Chile.
En 1984 participé del Concurso Único de Admisión. Con la llegada de una carta certificada, se me notificaba que había aprobado el proceso de selección, ingresando un 9 de febrero de 1985 a la Escuela de Grumetes con la mochila llena de sueños, ilusiones y deseos de aventura.
Me formé como especialista en la Escuela de Ingeniería Naval, egresando como Mecánico Electricista Control e Intercomunicaciones, especialidad que me permitió cumplir mis sueños desempeñándose en el DD “Zenteno”, DLH “Blanco”, PSG “Isaza”, DLH “Prat” y FF “Williams”, y completar así 20 años de embarco.
Gracias a mi transbordo a la ciudad de Talcahuano en 1993 conocí a Nora Soto Molina, que se transformó en mi compañera de navegación por hace ya 25 años, construyendo mi propio derrotero hacia la felicidad y consolidando mi núcleo familiar con dos hijos, Guillermo y Agustín, ambos estudiantes de Ingeniería Civil de Electricidad y Matemáticas de la Universidad Santa María de Valparaíso.
La institución resolvió investirme con el más alto grado que puede alcanzar el personal de Gente de Mar; ser Suboficial Mayor no solo reconoce la entrega personal, militar, familiar y profesional, sino que también me dio la oportunidad de conducir las necesidades del personal con una mirada más profunda, siempre con el deber implícito de ser un referente y con la responsabilidad que el mando depositó para guiar a las nuevas generaciones en la consecución de sus objetivos.
A las nuevas generaciones quiero decirles que, con actitud, capacitación, constancia, trabajo en equipo, Dios y la familia, pueden logran sus metas personales y profesionales. A los Oficiales y Gente de Mar que me formaron decir gracias. Muchas Gracias.