Singladura del Almirante - Septiembre

Durante este mes, recordamos con orgullo y emoción un nuevo aniversario de la instauración de la Primera Junta Nacional de Gobierno y el inicio del proceso independentista, que finalizó, luego de un extenso conflicto armado, con la firma del acta correspondiente en febrero de 1818, mismo año en que, en el mes de abril, se derrota de manera definitiva al ejército español.

Si bien pasarían varios años hasta que se consolidara nuestra emancipación, el acto político-social que comenzó la vorágine que determinó el nacimiento de nuestra República, lo recordamos con profundo orgullo y con especial atención, dados los tiempos que corren, este hecho nos debe invitar a reflexionar sobre lo que significa servir a la Patria, en nuestro caso, desde las filas de la Armada.

Hoy, el concepto del deber está siendo olvidado. Cuando la sociedad exige mayores derechos, tenemos que ser claros y precisos en que los deberes también forman parte de una ecuación que da como resultado, un país más desarrollado, justo y solidario. Es el deber lo que nos mueve. La obligación moral que todo marino tiene, es decir, cumplir a cabalidad con todo lo que implica ser miembro de la Armada, es el gran deber que todos tenemos y que, en memoria de aquellos que dieron su vida por nuestra independencia, debemos ser capaces de honrarlos de manera efectiva.

Hoy, cuando los caminos al desarrollo nos mantienen en paz, el deber nos obliga a potenciar nuestras habilidades y entrenar nuestras fortalezas de manera consciente y efectiva, para mantener ese estado de paz que tanto costó obtener, y que tantos sacrificios exigió; para resguardar nuestros vastos espacios oceánicos, ejerciendo nuestros deberes y derechos como Estado en el océano Pacífico y la Antártica y, para así también, en caso de ser requeridos, llegar en primer lugar a cooperar de manera efectiva ante catástrofes o accidentes de gran magnitud.

A los hombres y mujeres que hoy somos el alma y el cuerpo de la Armada, nos debe llamar el deber siempre. El deber tiene que estar ante todo, porque hemos jurado cumplir con él, incluso hasta dar la vida si es necesario. Eso es lo que nos diferencia de cualquier otro actor de la sociedad y debemos estar orgullosos de ello. El ejemplo que damos al momento de cumplir con fidelidad y certeza nuestro deber, es lo que impulsa las velas de este enorme velero que es la Armada de Chile. En el año en que celebramos nuestro Bicentenario al servicio de la Patria, el concepto de cumplir nuestro deber, está más presente que nunca.

Almirante Julio Leiva Molina
Comandante en Jefe de la Armada