Singladura del Almirante - Octubre

Durante este mes, nuestra Escuadra celebra un nuevo aniversario de su creación por parte del Director Supremo, el General Bernardo O´Higgins, hace ya largos 201 años. Sus palabras, al verla zarpar desde el cerro San Roque, aquella mañana del 9 de octubre de 1818, sin duda que fueron señeras para el posterior desarrollo de nuestra principal Fuerza Operativa, ya que las “cuatro tablas” que ese día dejaron atrás, a toda vela, Valparaíso, dieron una demostración de valor, fuerza, táctica e ingenio en la captura de la fragata María Isabel, situación que le valió a sus dotaciones el uso de un brazalete distintivo, que en la inscripción decía “Su primer ensayo dio a Chile el dominio del Pacífico”.

Es así como quedó la impronta de esa Escuadra, para siempre, escrita en tinta de pólvora y jarcias, y que se mantiene hasta el día de hoy, cuando los hombres y mujeres que forman parte de su dotación hacen honor a esa tradición de valentía, profesionalismo y entrega incondicional a la Patria.

Cada una de las Unidades que componen nuestra Escuadra tiene un espíritu propio, que heredan de los nombres que los bautizan. Es difícil olvidar al DLG “Prat”, que hoy es una orgullosa fragata L; o el DLH “Cochrane”, que hoy surca el Pacífico como una poderosa fragata tipo 23; o el querido “Williams”, que de un destructor misilero pasó a ser el buque insignia de la Escuadra, como una fragata tipo 22. Esas tradiciones navales son las que forjan el temple de quienes hoy los tripulan. El carácter de cada buque lo da el alma que la misma dotación, embebida en la historia de cada unidad, le entrega, mancomunando los esfuerzos de quienes nos precedieron, con el presente y uniéndolo con los que nos sucederán.

Son esas tradiciones las que sustentan el alma de nuestra Armada, que nos recuerdan que ser parte de la Marina de Chile es mucho más que el simple cumplimiento de una obligación laboral. Pertenecer a esta ya, más que bicentenaria institución, implica una vocación de servicio absoluta, un compromiso acerado con las largas horas de navegación y de servicio en tierra y una voluntad que se forja en las aguas tormentosas, en las frías noches de campaña y en las más complejas condiciones de maniobra.  Cada uno de los que vestimos el uniforme que nos identifica como marinos chilenos tenemos una obligación, un imperativo moral, que se traduce en mantener vivas y cada vez más presentes esas tradiciones que nos señalan y que, en mayor medida, marca nuestra manera de actuar.

En el mes en que celebramos a la máxima expresión del Poder Naval, como es la Escuadra, debemos renovar ese compromiso que adquirimos el día en que ingresamos a la Institución, para continuar siendo dignos herederos de las tradiciones que, durante doscientos años, nos han legado los marinos de antaño.

Comandante en Jefe de la Armada

Almirante Julio Leiva Molina