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Suboficial Mayor Octavio Cantero Zamora, Condestable Mayor de la Armada
“Los buques, por poderosos que sean, sin sus dotaciones no son más que cuerpos de hierro y madera que flotan”
El mejor legado que podemos dejar a las futuras generaciones de hombres y mujeres de la Armada es mostrarles que esta es una Institución de prestigio ganado en doscientos años de historia y ellos deben continuar por la senda del respeto, tradiciones, profesionalismo y orgullo de integrar la Armada de Chile.
Cada año celebramos, en fechas definidas, hechos históricos que han ido escribiendo las páginas de nuestra institución y, aún más, de nuestra patria. Ahora es la ocasión de referirme al 8 de octubre de 1879.
En esa fecha se produjo la captura del monitor peruano “Huáscar”, lo que significó que, de ahí en más, Chile tuviera el dominio del mar, después de sucesivos hechos sin buenos resultados, incluyendo la pérdida de nuestra corbeta “Esmeralda” y la muerte de nuestro comandante Prat junto a otros bravos marinos. Si bien participaron los buques “Huáscar” y “Unión” por parte de Perú y el “Cochrane”, “Blanco Encalada”, “O’Higgins”, “Loa”, “Covadonga” y el “Matías Cousiño” por parte de Chile, fue solo el “Cochrane” y “Blanco Encalada” que enfrentaron con poderoso fuego y audaces maniobras que terminarían con las correrías del ”Huáscar” ondeando en su arboladura la bandera peruana.
Pero los buques, por poderosos que sean, sin sus dotaciones no son más que cuerpos de hierro y madera que solo flotan en el mar. Fueron ese puñado de hombres que manteniendo convicciones de profesionalismo, lealtad, habilidades marineras y por sobre todo patriotismo indiscutible, aún a riesgo de sus propias vidas, comandados por líderes guerreros de capacidad estratégica y táctica demostrada, que nos dieron esta trascendental victoria que cambiaría el curso de la guerra del Pacífico a nuestro favor.
Aunque no solo en el combate de Angamos fue demostrado el valor inmensurable de los hombres de mar que luchan manteniendo el bendito tricolor flameando en lo alto, en 1972 nuestra Institución decidió instaurar el 8 de octubre como el día para reconocer a las personas que logran el más alto grado jerárquico de Gente de Mar: Suboficial Mayor.
Para quienes lucimos con orgullo, casi con soberbia, el galón ancho y la estrella en nuestra bocamanga, tenemos una enorme responsabilidad, pues nuestros mandos y nuestros subalternos están atentos a nuestros actos, muestras de liderazgo, condiciones de organización, leal subordinación y entrega en pos de la eficiencia en el cumplimiento de la misión en cualquier circunstancia ya sea en tierra o a bordo, realizando tareas como tripulación de una Unidad o embarcación, acciones de infantería, servicio del litoral, centros hospitalarios o en cualquier tipo de reparticiones de tierra.
Si bien estas cosas que experimentamos siendo miembros de la Armada pueden darle un real sentido a nuestras vidas, hay otra parte que nos complementa y esto es nuestro círculo interno, nuestras familias, nuestros seres queridos, nuestra vida personal.
La mayoría de nosotros tenemos a alguien con quien compartimos en lo sentimental y formamos juntos un proyecto de familia: hijos, metas concretas como algún bien raíz, anhelos y sueños. Son aquellas personas en quienes nos refugiamos cuando deseamos dar y recibir el cariño que necesitamos. Son aquellas personas que nos alientan cada día, cuidan y mantienen la tibieza de nuestro hogar cuando por razones del servicio nos ausentamos de casa. Ellos forman parte de la familia naval. Así, Patria y Familia, dos vitales conceptos en el corazón, que nos mueve a ser cada día mejores personas, mejores marinos.