Hernán Navarrete Figueroa

Suboficial Mayor Condestable Mayor de la Escuadra

Ingresé a la Escuela de Grumetes en febrero de 1984, gracias a un prospecto de postulación que llegó por casualidad a mis manos mientras estaba en el Liceo Industrial de Valparaíso, me preparé y me presenté a dar los exámenes, considerando el poco tiempo que tuve para estudiar creo que lo hice bien, mi familia estaba feliz al igual que yo, pero el saber que comenzaba una aventura de la que poco sabía me ponía nervioso, solo conocía la Marina por la experiencia de mi hermano mayor mientras cumplía con su servicio militar en la Institución, además nunca me había separado de mi familia. Armado de valor y del apoyo de mis padres y hermanos me presenté en la Puerta de Leones aquel lejano 12 de febrero para comenzar la que sería la mejor aventura jamás pensada.

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La estadía en la vieja Escuela cumplió con las expectativas, excelente formación militar y académica. Reforzando los valores aprendidos en el hogar, al término de los dos años y con el grado de marinero afecto a Maniobras, cumplí mi primer transbordo a bordo del Petrolero Montt, la primera de muchas Unidades a las que pertenecí, navegando desde Arica hasta Punta Arenas en Chile y recorriendo el mundo en dos oportunidades a bordo del Buque Escuela “Esmeralda”.

Notable para mí fue mi primer transbordo como especialista en Maniobras en 1989, esperando iniciar permiso anual en la Escuela de Grumetes me informan que el Patrullero Lautaro, pasaría por Talcahuano en su tránsito hacia Puerto Montt y aprovecharía ese paso para recogerme. Alisté mi equipo y me presenté en el muelle sur a esperar la embarcación que me llevaría a bordo de mi nuevo buque, mi sorpresa fue grande cuando avisté la Unidad, la que se encontraba a la gira y que aparentaba una fotografía antigua contra el fondo del puerto, un bote se aproximó y se varó en la playa, el patrón me ordenó bajar y embarcarme, yo con todo mi equipo, bolso de embarco y tenida 11 caminando por la arena con mis zapatos mojados, perdiendo toda la dignidad que llevaba, pero embarcándome en una de las Unidades con más experiencia y trayectoria marinera que navegué, creo que fue lo más representativo de la esencia de mi especialidad que pasé en mi carrera.

Ese mismo año, mientras disfrutaba de un merecido franco posterior a un temporal, conocí a la que hoy es mi esposa, Lilianet Bernal, con la que tengo tres hijas, Daniela, Constanza y Rocío, los pilares de mi carrera, ya que de no ser por su paciencia, comprensión y amor no habría llegado al grado que ostento hoy. Muchos fueron los obstáculos que pasamos, pero salimos siempre adelante, a ellas les agradezco por soportar tanto por mí, fueron 26 años de embarco, esperando siempre mi regreso con una sonrisa.

Mi carrera continuó embarcado, tratando siempre de entregar lo mejor para mi Unidad y para la Institución, dando el ejemplo con mi actuar, es así que agradezco a Dios mi ascenso al grado de Suboficial Mayor, lo siento como un reconocimiento al sacrificio de mi familia, a mi labor profesional y a la entrega de valores a la gente que tuve a cargo. Me siento orgulloso de ostentar este grado y comparto, como dijo alguna vez un amigo, cada punta de la estrellas de mis bocamangas con la gente que con su actuar me ayudó a llegar a esta instancia.

El pertenecer a este grupo de gente de excelencia, me ha dado la posibilidad de llegar más a la gente que trabaja conmigo, conocer su sentir y al ser un nexo con el mando, apoyarlos en la solución de sus problemas.


A las nuevas generaciones le digo que no dejen de creer en lo que son, con su profesionalismo y entrega pueden lograr mucho, su trayectoria por la Marina no pasa desapercibida ya que todos aportamos para la grandeza de nuestra Institución.