Luis Escobar Urzúa, Suboficial Mayor

Bitácora de un Grumete que llegó a ser Suboficial Mayor

Durante los dos años de permanencia en las aulas y sitios aledaños de la Escuela, comprendí que la vida de la Gente de Mar es dura y que, para lograr los objetivos que el grumete se ha fijado, es menester que el esfuerzo sea la característica esencial de su proyecto de vida, empapado de valores como el estudio serio y responsable, el trabajo en equipo, la lealtad, el amor a la familia y a la Patria

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Durante mi niñez, apasionantes relatos de navegación a lo largo de Chile y alrededor del mundo se acopiaron en mi mente y alentaron el deseo de incorporarme a la Armada de Chile, siguiendo la ruta trazada por mi padre y tres de mis tíos.

Mi sueño se hizo realidad en 1987 y, después de sortear las diferentes etapas de selección, la Escuela de Grumetes Alejandro Navarrete me vio llegar y experimentar el goce enorme de comenzar a canalizar y concretar mis anhelos. Aún hoy recuerdo los rostros, plenos de alegría y satisfacción, de mi madre y abuela en los momentos del ingreso.

Cumplida esta etapa de inmersión, en 1989 fui destinado al Destructor Portales, desempeñándome como marinero en el área de operaciones y, posteriormente, se produjo mi egreso, como especialista señalero de la Escuela de Operaciones, e inmediatamente después se me designó al DLG Prat.

A medida que el tiempo transcurría, nuevas oportunidades se fueron presentando en mi carrera. Una muy importante fue ser seleccionado para traer dos buques desde el extranjero: la Barcaza LST Valdivia y FF Almirante Condell, cumpliendo el rol de ‘estradio’ en esta última y llevándome a afirmar con satisfacción y orgullo que estuve a cargo de una excelente división.

Una extraordinaria experiencia que me correspondió vivir, enriquecedora en extremo en lo personal, fui ir, junto a otros camaradas, a Haití, representando a la Armada y a Chile y poder conocer in situ las condiciones de pobreza y de desamparo en que viven hombres, mujeres y niños, siendo posible ayudar en lo que fuera posible y contribuir, de esta forma, a mejorar sus condiciones de vida.

El lograr ascender a Suboficial Mayor, sin duda, tiene mérito propio, pero nada habría sido posible de alcanzar sin el apoyo sustantivo de la Gente de Mar, y, junto a ello, la confianza depositada en mi persona por los mandos superiores. Este logro significó que, en enero de este año, fuese transbordado a la Fragata Prat: un desafío de relevancia que me hace asumir con pasión y esmero esta nueva empresa que corona mi carrera.

Es mi deber también como padre, hijo y esposo agradecer, de manera especial, a la familia, pues mi desempeño nunca habría sido el mismo sin la presencia cercana e incondicional de mi amada esposa Carmen y de mis adorables hijos Camila, Felipe y Francisca.

Me gustaría que el contenido de esta bitácora se proyectara fundamentalmente a todo el contingente de las nuevas generaciones y advirtieran que sí se pueden conquistar las metas prefijadas y concretar en realidades los sueños, porque si cualquiera de ellos me preguntase si yo pude conseguirlo, yo le respondería de inmediato y sin titubear: ¡Positivo! ¡Misión Cumplida!