Singladura del Almirante - Octubre

Estamos celebrando nuestro Bicentenario, recordando los hitos fundacionales que dieron vida a la Armada de Chile. En ese contexto, durante el mes de octubre hay un momento relevante en la historia de nuestro país, donde se materializó un profundo anhelo de nuestros Padres de la Patria, como fue el primer zarpe de la Escuadra Nacional, la mañana del 9 de octubre de 1818. Al iniciar su navegación aquellos buques, el general O’Higgins, observando desde el cerro San Roque en Valparaíso este acontecimiento, formuló su célebre frase: “Tres barquichuelos despachados por la reina Isabel dieron a España el continente americano; esos cuatro barcos que acabamos de preparar, le arrancarán esa importante presa”.

Si bien es cierto es un momento de profunda alegría y orgullo, es también un hito que nos debe llamar a la reflexión y a dar una mirada quizás un poco distinta a estas celebraciones. Han pasado doscientos años de una historia rica en hechos que, en cualquier momento y lugar, serían considerados gloriosos o, incluso, épicos, como el sacrificio Prat y su dotación.

Han pasado doscientos años de un andar sin prisas, pero sin pausas, en que el desarrollo tecnológico ha obligado a la Armada a permanentes cambios para estar a la par de ellos, modificando los procesos de instrucción y las metodologías de aprendizaje para sus dotaciones, así como también, el entrenamiento y las operaciones navales que se requieren para sacar el máximo provecho a esta nueva tecnología, que sin duda avanza junto con el desarrollo humano.

En doscientos años hemos sido una Institución que ha experimentado vaivenes y situaciones de cambio profundas, pero siempre en el bien entendido de mejorar nuestros procesos y en aumentar nuestras capacidades.

En estos dos siglos, en que la Marina ha vivido un sinnúmero de situaciones que la han obligado, incluso, a reformarse desde sus estructuras fundamentales, nuestro más íntimo deber, la misión primigenia para la cual la Armada fue concebida, no se ha alterado. Han cambiado los escenarios, han variado las aproximaciones, se han profundizado los conceptos, pero nuestra misión más primaria permanece intacta. Podríamos decir, de una manera más didáctica, que hemos encontrado distintas y mejores soluciones, pero el “problema” sigue siendo el mismo. ¿Cuál es, entonces, esa misión que define nuestro ethos más básico, nuestra manera de actuar inicial, como marinos de Chile? Es simple, dentro de la complejidad inherente que conlleva esa respuesta: el servir a la Patria de manera inclaudicable, irrestricta y definitiva, para velar por los intereses de nuestra nación en el mar. Es ahí donde debemos dirigir nuestra mirada una vez más, sobre todo cuando recordamos los doscientos años del primer zarpe de nuestra Escuadra Nacional, que justamente buscaba consolidar en el mar los intereses de la naciente República y que, tal como rezaba la primera condecoración recibida por sus dotaciones, en su primer ensayo le dio a Chile el dominio del Pacífico.

Es ese norte al que debemos apuntar. Es exactamente en ese objetivo que debemos centrar nuestra atención y esfuerzos. Porque cuando hemos debido desplegar nuestras unidades y sus dotaciones en los momentos de crisis, o cuando realizamos acciones de rescate y salvajate a lo largo de toda la extensa área jurisdiccional que a Chile le corresponde, o cuando nos hemos visto requeridos para apoyar a compatriotas que han sufrido los embates de la naturaleza -tan recurrente en nuestro país-, o cuando debemos cumplir con fidelidad y profesionalismo lo que la Constitución y la ciudadanía nos exige: en todos esos escenarios, no importa la fecha, el lugar o el momento histórico, la Marina siempre ha sabido estar a la altura de las circunstancias y, estoy seguro de ello, seguiremos estándolo.

Almirante Julio Leiva Molina 

Comandante en Jefe de la Armada