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Adiós al Rompehielos “Almirante Óscar Viel”
Recorrido a la bitácora de un grande
Navegó en la más alta soledad, y en los climas más extremos. Casi siete vueltas al mundo en sus comisiones a la Antártica ¿Qué recuerdos tiene el rompehielos “Viel”? Entre fotos, recortes y conversaciones rescatamos la memoria de las navegación más profunda; la del alma de sus pasajeros y tripulantes que hoy le dan el adiós al querido “chanchito rojo”.
La historia del único Rompehielos que ha tenido la Armada no está exenta de desafíos y se inicia al norte de Canadá. En el verano de 1994, cuando una osada y pequeña dotación encabezada por el Capitán de Navío Mario Escobar se había planificado ir por un buque de baja y se traería a remolque. Nada de eso ocurrió. Una modificación de última hora en los planes hizo que el Rompehielos, en esa época llamado “Norman McLeod Rogers” navegara por su propia cuenta. A pocas horas de la salida, se comenzó a perder velocidad, pero ése no sería el único problema: “decidimos soltar el remolque para seguir solos y notamos que el barco había sido desmantelado, no tenía geo radar, por lo que era muy difícil mantener el rumbo”.
20 días duró la navegación, donde se alimentaron solo a base de sándwiches. Una vez en Talcahuano fue reacondicionado y bautizado en honor al Gobernador de Magallanes. La llegada a la Antártica se dio sin mayores contratiempos, y con condiciones climáticas que recuerda como privilegiadas. Era el verano del 1995 y desde ahí la Armada de Chile frente a los ojos del mundo y de la patria, solo recogería éxitos.
La leyenda de este rompehielos es larga. En 1969 se construyó en los astilleros en Canadá, donde sirvió casi 30 años para la Armada de ese país, cruzando los duros hielos árticos. Pero había que ir por más: investigar lo más al sur posible, y para eso habría que romper muchos hielos.
Era 1999. ¿El responsable? El Capitán de Navío José Antonio Valdivia. “Recalamos en Carvajal, ubicada en Bahía Margarita y continuamos navegando. Las condiciones eran malas y había que decidir cómo continuar la navegación. Por fuera, nos encontraríamos con fuertes marejadas y por la ruta de canales, grandes témpanos y el mar congelado”. Decidieron seguir por aguas interiores, con el apoyo de dos helicópteros, los que sobrevolaron una gruesa capa de mar congelada, pero confiesa que faltaba lo más importante. Era un 20 de febrero. Nadie sospechaba que solo un par de horas después, a las 6:26 am, se marcaría un nuevo hito en la historia de la Antártica. Se toparon con un murallón de 50 metros de hielo que impedía continuar el viaje. La carta de navegación situaba a la embarcación en la Latitud 72 28.29 Sur, lo más al sur que un barco habría llegado y en el puente de mando ya se escribían carteles de “Misión cumplida” y se celebró una misa. Al festejo. en medio de la nada, se le sumó un titular de “El Mercurio” que detallaba la aventura de la misma forma.
Científicos a bordo
No sólo de pericias y misiones marineras se trata la historia del este grande, sino que también en sus 23 años de servicio ha sido un aporte enorme para la investigación científica chilena. Desde el Instituto Antártico Chileno le tienen un importante aprecio, ya que embarcaron entre 1995 y 2018 a más de 2000 científicos. Se habilitaron varios proyectos científicos, como estudios sobre el cambio climático y los líquenes. Jorge Leppe, actual director del Instituto, ha viajado a bordo “desde 2002 y una de las cosas que más se va extrañar es su capacidad extrordinaria de bajar a lugares fundamentales para la investigación como Bahía Margarita y la cuenca de James Ross, que es donde actualmente mantenemos un importante trabajo de Palenteología, que incluye el importante hallazgo de un animal prehistórico, el Cai Cai Vilu Sauru”, comenta.
Es tajante y asegura que Chile no se puede proyectar internacionalmente sin la presencia de un Rompehielos como el “Almirante Óscar Viel” “Chile es un país polar, y sabemos que el 90 por ciento de la investigación está fuera del Círculo Polar. Ahí están los ecosistemas que más van cambiando. Se hipoteca el futuro al no poder a acceder a lugares donde llegaba el Viel”, concluye. “A bordo se crearon importantes lazos de amistad, y no tenerlo será un importante shock que espero que podamos subsanar”. Se emociona.
Despedida
Son casi 14 tomos los que resumen la trayectoria del Rompehielos desde su salida de Canadá, hasta la última Campaña Antártica el verano de 2018. En su bitácora, además de los datos propios de la navegación, aparecen relatos que sacan a relucir el espíritu de este buque, un grande de nuestros tiempos.
Al Comandante Jorge Luhrs, su último Comandante, se le iluminan los ojos cuando le preguntan con qué palabras se despediría. “Ha sido un buque extraordinario, tremendamente versátil, y su trabajo es muy entretenido”. Luhrs se emociona. Respira profundo, y confiesa que está pensando en el discurso de despedida, que tendrá que dar en febrero en Talcahuano. “Es que el Viel no sólo ha realizado un aporte a Chile, sino que también al mundo. Estoy seguro que cuando el planeta piensa en Antártica, piensan en Chile, y el nexo que el mundo tiene con la Antártica es, sin duda, el Viel”.