Condestable Mayor de la Armada

Suboficial Mayor Alfredo Rubio Cornejo

Imagen foto_00000001Frente a la pregunta ¿Por qué́ decidí ingresar a la Armada?, debo remontarme a los años de la adolescencia, cuando creemos saberlo todo, nos sentimos dueños del mundo y no tenemos oídos para los sabios consejos de quienes tienen más experiencia en la vida, cuando queremos hacernos notar. Así fue, que quizás en busca de aventura y motivado por un grupo de amigos comencé el proceso de postulación a la Institución el cual culminó una tarde de enero de 1984 con la recepción de la carta que me indicaba haber sido aceptado en la Armada. Desde aquel día han pasado 34 años de una maravillosa aventura al servicio de la Armada y de la Patria.

Ingresé a la Escuela de Grumetes "A.N.C." el 12 de febrero de 1984, egresando en julio de 1985. Entre julio y diciembre de 1985 cursé "Afecto a Torpedista Operador de Sonar" en la Es- cuela de Armamentos de la Armada, egresando como Marinero afecto a Torpedista Operador de Sonar, siendo mis destinaciones el Buque Escuela "Esmeralda" en 1986 y el DLG "Capitán Prat" en 1987. En 1988 efectué el curso de Especialidad para Torpedistas Operadores de Sonar y como especialista fui destinado en 1989 al CS "Papudo".

En 1990 efectué el curso de Especialidad Complementada de Aviación Naval, la cual me enseñó el valor del profesionalismo y el trabajo en equipo, durante mi desempeño en las siguientes Unidades: Escuadrón de Helicópteros Antisubmarino HS-1 (1991-1992), Escuadrón de Helicópteros de Ataque HA-1 (1993- 2003), desempeñándome como dotación de vuelo de Helicópteros Cougar SH-32, y el Escuadrón de Propósitos Generales VC-1. Entre mis destinaciones de tierra he servido en la Coman- dancia de la Base Naval Iquique, Comandancia de Aviación Naval y la Comandancia de la Estación Naval Isla Dawson.

El grado de Suboficial Mayor es un honor y una gran responsabilidad. Desde mis primeros días como Grumete estudié y trabajé con la convicción de que hacer las cosas bien otorga la satisfacción personal de sentirse bien con uno mismo, aportando siempre un poco más de lo que los deberes y obligaciones nos exigen. Este compromiso adquirido en forma natural fue valorado y significó que se me otorgara la distinción del grado de Suboficial Mayor, el cual no constituye una meta, sino que el comienzo de un gran desafío, distinción que además y sin lugar a duda, tuvo como pilar fundamental el amor y apoyo de mi querida esposa Susana y de mis hijos Alfredo y Victoria.

Esta distinción me da la posibilidad que me da la Institución de entregar a las nuevas generaciones toda la experiencia adquirida durante la carrera naval. Los jóvenes poseen la energía propia que los caracteriza y muchos conocimientos teóricos en el ámbito técnico-profesional, pero para este Condestable Mayor de la Armada es una obligación moral compartir sus vivencias con ellos, contribuyendo así a la formación de nuestras dotaciones. No debemos olvidar que la principal fortaleza de la institución es su capital humano.

De este modo, a las nuevas generaciones les diría que no olviden elementos esenciales como el amor a la patria, a nuestra tierra, a las costumbres, el respeto a nuestros héroes, a los emblemas y la defensa de la familia como núcleo fundamental.

Quiero instarlos a que contribuyan a la identidad y soberanía de la nación con su diaria labor en esta Institución, la que du- rante 200 años ha sido un orgullo para Chile. Que no se rindan ante las dificultades que afectan el rumbo, que den su mejor esfuerzo para vencer la adversidad y que actúen por esencia, como buenas personas, porque en algún momento la Institución o la vida los premiará. Cuando sientan que el esfuerzo los agota, recuerden que el cansancio es pasajero, pero la satisfacción es eterna.