Hijo único de María y Carlos; oriundos de Punta Arenas, emigramos en 1969 para radicarnos en el Cerro Toro de Valparaíso. Tuve una infancia sencilla y humilde, pero inmensamente feliz, gracias a mis padres. En 1975, mi madre por un problema cardíaco que padeció gran parte de su vida, lamentablemente falleció. Fue un golpe muy fuerte para mí y mi padre, pero fue el descanso para ella. Desde ese momento nos quedamos solos con mi viejo.

En 1982, después de finalizada mi enseñanza media, no tenía para nada claro lo que quería ser y luego de una fuerte discusión con mi padre, él me hizo ver que debía madurar y que el servicio militar ayudaría en ese cambio. No me quedó otra opción que presentarme a cumplir con el servicio militar que, para ese entonces, era obligatorio.

Fue así como el 1 de mayo de 1982 comenzó mi relación con la Armada, donde conocí a los que iban a tener la ingrata misión de llevar a delante mi cambio a la madurez, de la que hablaba mi padre, mis "queridos" instructores. Me bastaron tres meses como recluta en el CENIR para darme cuenta de que eso era lo mío. Recuerdo con nostalgia y agradecimiento a todos mis instructores que siempre, con liderazgo y mucha disciplina, se aseguraron de que sus consejos y enseñanzas calaran fuertemente en nuestras mentes y corazones.

Luego de 1 año 8 meses de conscripción, sabía que mi destino era ser marino. Gracias a Dios, la Institución estaba convocando a postulación para Marineros (SMO.) a cursos de especialidades, dentro de las cuales estaba la que se convertiría en mi querida especialidad de
Abastecimiento. Quedé aceptado y después de mucho esfuerzo, perseverancia y estudio, egresé en diciembre de 1984.

Aprovecho esta oportunidad para festejar y desear muchas felicidades a todos mis camaradas de Abastecimiento por un nuevo aniversario de nuestra querida especialidad. Les deseo mucho éxito en el cumplimiento de las tareas y metas fijadas por la Institución, instándolos a seguir por la misma senda de nuestra vocación de compromiso, abnegación y entrega, prestigiándonos así a nosotros mismos, a nuestra especialidad, a nuestra Armada y en consecuencia a nuestra querida Patria.

A fines de 1988 concreté otro anhelo importante de mi vida, casarme con Silvia, la segunda mujer más importante en mi vida después de mi madre, con quien tenemos dos hijos extraordinarios, Juan Carlos (23) y Camilo Sebastián (17), ambos estudiantes.

Quiero compartir una reflexión con los jóvenes marinos diciéndoles que no tienen límites; el ser humano es quien solo se autoimpone las limitaciones; elijan siempre el camino difícil, el del estudio, sacrificio y perseverancia. Este camino es el único que les llevará al éxito. Recuerden siempre que en su navegar por el mar de la vida, la estela que van dejando, tras lo bien o mal que hagan, se va destacando su sello personal; su apellido, prestígienlo siempre, haciendo las cosas bien, honrándose así a ustedes mismos, a sus padres, a su familia, a la Armada y a nuestro Chile.

Tengan presente que la vida no es fácil, nunca lo ha sido ni lo será, pero ustedes, mis queridos jóvenes, tienen las herramientas para triunfar. Sus valores, capacidades, actitud, ganas, fuerza de la juventud, el apoyo de sus familias y lo más importante, la ayuda permanente e incondicional de Dios, los harán sentirse triunfadores porque siendo marinos ya lo son, y recuerden que "los triunfadores nunca se rinden, porque los que se rinden nunca triunfan".

No puedo finalizar sin antes agradecer a todos quienes me han acompañado en esta singladura, a todos mis camaradas que compartieron en algún momento mi navegar en esta linda carrera de 33 años de servicio, agradecer sin duda a mis padres de excepción (Q.E.P.D.), a mi familia, especialmente a mi esposa por su incondicional apoyo, una mujer excepcional, mi pilar fundamental y agradecer al mejor amigo que he tenido siempre: Dios. Sin él nada habría sido ni es posible.

JUAN CARLOS PAREDES RUIZ
Suboficial Mayor AB
Condestable Mayor
Comandancia en Jefe Primera Zona Naval