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La página del Suboficial Mayor
“Pasado el tiempo me doy cuenta de que fui un marino afortunado”
Revisando con mi madre documentos que guardaba de mi época de colegio, encontré una entrevista con mi profesora de segundo básico, en la que ella preguntaba: ¿Qué quieres ser cuando grande?, y mi respuesta fue corta pero precisa: "Quiero ser marino".
Los recuerdos de mi niñez se agolpan con sensaciones, imágenes y emociones, que me han acompañado durante toda mi vida y han dejado una huella perpetua en mí ser. Las calles polvorientas de mi querido pueblo, Tierra Amarilla en la Región de Atacama; mis días de colegio jugando con la pelota de trapo a pies descalzos, para no romper el único par de zapatos que mis padres habían podido comprar; la felicidad del recreo, para saborear el tazón de leche y las duras pero ricas galletas que lo acompañaban. En fin, había tantas necesidades en esos tiempos, pero lo que al final queda son muchos y lindos recuerdos.
Pasaron los años, en los que compartí con mi padre muchas horas y días de trabajo como minero, y estando ya en la enseñanza media, un amigo de infancia reflotó mis sueños de niño e inicié mi postulación a la Escuela de Grumetes. Fue una tarde del viernes 8 de febrero de 1980, cuando salí de mi hogar dejando atrás el llanto de mi querida madre, que veía como su hijo mayor se alejaba hacia un mundo que para todos era desconocido. Después de casi 24 horas de viaje en bus y en el último remolcador del día sábado, arribé al portalón de la vieja escuela, sin imaginar siquiera el largo bitácora que se venía hacia el futuro. Al principio fue difícil, el cambio fue grande, pero instructores y maestros me enseñaron y guiaron en el camino profesional.
Formación, madurez y forma de afrontar la vida, marcaron para siempre mi forma de ser. Tuve la satisfacción de navegar a bordo del Buque Escuela Esmeralda durante el crucero de instrucción de 1982. Mi ilusión y el orgullo de pertenecer a nuestra Armada se fortalecieron a bordo con el compañerismo y la camaradería, que fueron el aliciente para proyectarme en el futuro de mi vida militar.
A fines de 1985, emigré al nido del "Albatros Dorado", que en esos tiempos estaba aposentado en la Base Aeronaval "El Belloto". 29 años han pasado de servicios a mi querida Aviación Naval, toda una vida llena de satisfacciones personales y profesionales. Dos grandes metas logré cruzar en esta larga carrera naval: ser instructor de pilotos y de ingenieros de vuelo de de las Aeronaves P3-ACH "Orión" y conseguir el grado de Suboficial Mayor de la Armada de Chile.
Amplia ha sido la experiencia conseguida durante estos años y muchos los sacrificios que conlleva el ejercicio de esta profesión, pero pasado el tiempo me doy cuenta de que fui un marino afortunado. Sí, afortunado, porque logré hacer dos cosas que me apasionan en la vida: volar y navegar.
Si adaptarse a la vida naval es difícil para el servidor, aún más lo es para su familia. Vayan mis cariñosos sentimientos de amor y de gratitud a mi querida esposa, María Angélica, porque ella ha sido para mí fuente inagotable de apoyo y comprensión y en estos 30 años de caminar juntos, siempre he visto en ella la compañera abnegada y a veces heroica, de todos los imperativos que exige la dura vida de las armas. A mi querida hija Claudia, gracias por ese cariño que siempre he recibido y que han renovado en mí la fuerza, la fe y la esperanza.
Hoy, al mirar la larga senda del servicio cumplido y próximo a culminar con la carrera naval, mi corazón de marino después de tantos años se agita y se pregunta desde lo más profundo: ¿escogí el camino correcto? Mi respuesta, al igual que cuando era un niño es corta pero precisa: "este fue el camino correcto". Pero esos mismos años me han enseñado a nunca olvidar "quien eres y de donde eres", pero sobre todo, cada día cuando el sol sale sobre las montañas, me recuerda que: "los sueños que se tienen cuando niño, pueden hacerse realidad si uno así lo quiere".
Enrique Hidalgo Zarricueta
SUBOFICIAL MAYOR
ESCUADRÓN DE EXPLORACIÓN AEROMARÍTIMA VP-1