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“En la Marina hay que ser parte de la solución y no del problema”
Provengo de una familia de clase media, mi padre fue trabajador de la Mina Tambillo, y mi madre secretaria de la Municipalidad. Soy el mayor de 3 hermanos, y mis padres Mario y Luisa, siguen viviendo en Coquimbo, donde nací.
La motivación de ingresar a la Armada se dio de manera natural. Por vivir en el puerto, y tener un tío marino, quien me incentivó a ingresar. Fue así que a fines de 1980, cuando se inició el llamado de postulación a las Escuelas Matrices, fue natural y normal que tomara esa alternativa, es más, aún recuerdo con nostalgia el aviso en la Radio local “Guardiamarina Ernesto de Riquelme” motivando a ingresar a la Marina, el cual decía: “Joven chileno, la Armada te necesita, si tienes entre 15 y 18 años de edad y salud compatible con el mar, ingresa a las Escuelas Matrices de Gente de Mar…”
Y así fue que ingresé a la Escuela de Grumetes “Alejandro Navarrete Cisterna” el 8 de febrero de 1981, con apenas 15 años. De eso han transcurrido 35, en los que mucha agua ha pasado bajo el puente y ya son miles las millas navegadas que he recorrido en mis 24 años, 3 meses y 11 días de embarcado que llevo a la fecha. Luego de egresar, me trasladaron a la Escuela de Ingeniería en Viña del Mar a cursar la especialidad de Ingeniería Naval. Fue en esa ciudad donde conocí al amor de mi vida, a mi esposa Romy Urquieta, hija del Suboficial Mayor (R.) Henry Urquieta. Con ella llevamos 20 hermosos años de casados y tenemos dos preciosas hijas, Beatriz Melissa y Daniela del Carmen, de 16 y 13 años respectivamente.
Durante mi paso por la Institución he tenido la posibilidad de conocer todo mi país desde Arica a la Antártica, incluyendo todo su territorio insular, y he conformado las dotaciones de diversas Unidades y Reparticiones. He realizado diversos cursos en Chile, Alemania, Estados Unidos e Inglaterra, en donde pude comprobar la solidez de los conocimientos que a lo largo de los años la Armada me había entregado.
De igual modo conformé las dotaciones que fueron a buscar Unidades al extranjero, la LST Valdivia en 1995 y la FFG “Condell” en el 2007. Sin lugar a dudas la experiencia obtenida producto de los diversos transbordos a los cuales he sido sometido me han llenado de alegrías y satisfacciones, siendo la etapa vivida a bordo de la “Condell”, la experiencia que marcaría un antes y un después en mi vida de servicio a la Institución, ya que fue en ese noble buque que pude comprobar la excelencia del marino chileno y el orgullo que toda esa dotación sentía por participar en el proceso de modernización de la flota, y la aplicación en propiedad del concepto Familia Naval. Debido a un grave problema de salud detectado a mi esposa, mientras me encontraba estudiando en el HMS Sultan, Inglaterra, se activó esta maravillosa red, siendo el Mando y todos mis vecinos de esos años en la Villa Santa Inés, junto Dios y la Virgen Santísima, el soporte espiritual y material que todo mi grupo familiar necesitó para salir adelante.
Hoy me desempeño en mi segundo año como Jefe Militar y Condestable del Hospital de las Fuerzas Armadas “Cirujano Cornelio Guzmán”, en la Tercera Zona Naval. Desde este otro lado de la vereda, no como usuario sino como prestador de servicio, ha sido una experiencia maravillosa, en la que día a día veo cómo el personal de salud se sacrifica y esmera por cumplir con entregar la mejor salud posible, ejecutando acciones que permiten optimizar las prestaciones. Desde esta tribuna les rindo un merecido y necesario reconocimiento a vuestra silenciosa y abnegada labor de servicio.
Aprovecho esta oportunidad para hacer un justo reconocimiento al sacrificio y abnegado esfuerzo de mi amada esposa Romy, ya que en estos 20 años de casados, 18 de los cuales los he pasado embarcado, ha cumplido silenciosamente y con esmero el rol de padre y madre. Gracias por dejar de lado actividades familiares o esperar eternamente a que llegue de mi trabajo para salir; por dejarme partir a medianoche o en plena fiesta para atender algún problema de mi dotación; por acompañarme a eventos de camaradería y compartir mis actividades; por dejar de lado tu profesión como Educadora de Párvulos para tomar el control de la educación de nuestras hijas y la organización de nuestro hogar; por ser el pilar fundamental de mis éxitos y alegrías en la Institución; celebrar y permitirme tener mi rincón marinero en nuestro casa, llenando de cuadros, galvanos y recuerdos las murallas de nuestro hogar. En resumen, mi amor: ¡Gracias por dejarme ser marino!
A mis hijas Beatriz y Daniela, el reconocimiento de saber que puedo contar con ellas y que son un real apoyo a su madre cuando me encuentro lejos del hogar. En ellas, reflejo a muchas de las familias navales que día a día hacen Patria, apoyando a sus maridos en el cumplimiento de su deber a lo largo de nuestro país y en el extranjero.
Finalmente, a los jóvenes que hoy ingresan a la Armada o tienen intención de hacerlo, les digo que están en lo correcto. No será fácil, pasarán vicisitudes, pero al final del camino la recompensa es grandiosa. El servir a la Patria no tiene comparación, y ser parte de la solución de los problemas y no del problema, es el motor que te impulsará día a día a llegar a la meta.
Suboficial Mayor Mario Moya González
Condestable del Hospital de las Fuerzas Armadas “Cirujano Cornelio Guzmán”.